Pasan los años.
Y los días.
Y las canciones.
Pasan las dudas.
Los sanguchitos de miga.
Los refugiados de países pobres buscando ponerse a la sombra de la esperanza que ofrece la pobreza de los países adinerados.
Pasan los cafecitos por la mañana.
Las noches de porno.
El recuerdo de las resacas que jamás sucedieron.
El almohadón que no está del lado correcto del sofá que dice 20% de descuento por todos lados.
Pasan los semáforos.
El amarillo, apurado.
Esa minita con aliento a sorete de alta gama.
Ese tipo con la sonrisa más triste jamás imaginada.
Pasan los changuitos de super con ruedas en falsa escuadra.
Pasan los silencios.
Los gritos que se convierten en ritos.
Los detalles jamás pensados.
Las risotadas más desaforadas.
Todo lo que no imaginaste que llegaría.
Los saludos de los amigos que no son amigos para el día del amigo.
Y la alegría, la más infinita alegría de saber que el universo entero cabe entre dos dedos.
El 2019 espera, con cierta tensión, en la cola de la aduana para entrar en la vida de unos cuantos calendarios.
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Years go by.
As do the days.
And the songs.
The doubts.
The finger sandwiches.
The refugees from poor countries looking for asylum offered by the poverty of wealthy countries.
Morning coffees go by.
Porno nights.
The memory of hangovers that never happened.
The sofa pillows found on the incorrect side of the sofa being sold at a 20% discount.
Traffic lights go by.
Yellow, in a hurry.
The girl with the high-end, bad breath.
The guy with the saddest smile imaginable.
Shopping carts, and their unaligned wheels, go by.
The silences go by.
The screams that become rituals.
The details that were never considered.
The most frenetic guffaws.
Everything that you never thought would come.
The greetings from friends that are not friends on World Friend Day.
And happiness, the infinite type of happiness from knowing that the entire universe fits between two fingers.
2019 awaits, with a certain tension, in the customs cue to enter the life of many calendars.